Fermentando sueños

Dicen que los sueños están para complirse, y como en eso yo no escatimo, el sábado al fin visité el Museo del Vinagre con el que tanto soñaba.¿Ridículo? Si, pero de lo más divertido también.

Ya algo conté en Abuelar(se), y otro tanto más se fue trasluciendo en el resto de mis textos así que no es secreto para nadie: soy una señora muy mayor de alma y Japón es un lugar diseñado para su población añosa. Pero lo lindo de la vejez (la etaria y la de alma) es que bajan las barreras de la consciencia y nos volvemos a permitir ser y hacer cosas de niños. Entonces, este país que tanto añora tener niños y tan llenos de viejos está, se esfuerza para atender a esas dos etapas de la vida, antagonistas y parecidas a la vez, con actividades y atracciones a las que yo les saco jugo también.

La ciudad de Handa tiene una fuerte conexión histórica con la producción de salsa de soja, sake y vinagre. El canal que cruza la ciudad favoreció en su momento a que esas industrias crezcan por la fácil salida al mar para exportar, y hoy en día sigue atrayendo a los turistas que vamos a visitar a esas fábricas que decidieron abrir sus puertas y crear museos.

¿Tiene algún valor visitar el Museo Mizkan del Vinagre, el Salón Cultural del Sake Kunizakari y la ex Cervecería Kabuto? ¿Hay cosas más mainstream para hacer en Japón? ¿Me voy a acordar de este día en unos años? No lo sé, pero veo la foto que J me sacó jugando en la mesa gigante con sushi de plástico para armar y me reconozco entusiasmada, curiosa, viva. Veo esa foto y sé que es por ahí.