Fue un enero estridente. Me dejó aturdida, desorientada.
No estoy segura del curso de acción, del orden adecuado para procesar tanta información. Sólo sé que en este momento un pensamiento le gana a todos: está por llegar a visitarme mi hermano y no sé qué hacer con todas estas emociones.
Viene a visitarme, a ver cómo es mi vida, a vivirla juntos por 29 días. Viene a visitarme y es un sueño. Mi sueño. ¿Será también el suyo? ¿O será uno de esos sueños que se viven sin saber que se los tenía?
Primera vez volando afuera del país, primera vez en Asia, primera vez fuera de casa por tanto tiempo. Sé que va a ser un momento bisagra en su vida, y agradezco infinitamente poder ser testigo de eso. Agradezco también el provecho que pude sacarle a un trabajo denigrante que consumió gran parte de los dos últimos años: los ahorros para poder cubrir parte este viaje.
La inquietud y la emoción que trae consigo la anticipación inesperadamente me dejaron pensando, también, en la frustración de haber anidado tan lejos de casa. En la ironía de tener que elegir entre una vida nueva que amo o la otra, que nunca va a quedar del todo atrás. Entre irme para siempre o volver. Muy pocas veces pienso en este, pero cuando lo hago…que impotencia tengo cuando lo hago.
Voy y vengo entre la oscuridad de enero y la luz que va a asomando en febrero. Los sakura de invierno ya están en flor, y pronto se abren también los ciruelos. ¿Me dará febrero el tiempo suficiente para llenar la panza de aire y volver a salir a flote? O tal vez simplemente lo que necesito sea el abrazo de esta visita tan anhelada.
ayyy pasenla hermoso!!!!!